Recetas Manchegas de doña María-Ana. Un libro donado desde Mexico a la Biblioteca Municipal
de Villanueva de los Infantes por José Antonio Serrano Migallón.
En un lugar de
la Mancha , de
cuyo nombre no quiso jamás olvidarse,
nació Maria-Ana... en 1907. Con estas palabras comienza la presentación del libro titulado Recetas Manchegas de
doña María-Ana, editado por la Universidad Nacional
Autónoma de México. En el lugar de la
Mancha, esta infanteña vive relativamente poco tiempo, aunque toda su vida giraría en torno
él.
La autora de este recetario, doña María-Ana
conoce un abogado que llega a Infantes como Juez de Primera Instancia en la
década de los años veinte del pasado siglo XX. Aquí, se casa y nacen sus
primeros cinco hijos. Será en Infantes donde viva la proclamación de la II República. Cuando
comienza la Guerra Civil ,
sale con sus hijos para acompañar a su marido; primero como fiscal en Valencia,
y más tarde a Barcelona, para ocupar el cargo de Fiscal General de la República en Cataluña.
El desarrollo de la Guerra
le impide volver a Villanueva de los Infantes. La República pierde la
guerra, y como tantos españoles vive su primer exilio en Francia. El comienzo
de la Segunda Guerra
Mundial y la invasión de Francia por los alemanes, produce una insegura
situación para estos españoles. Su marido es confinado por el gobierno de
Vichy. Ella vuelve con sus hijos a Infantes, donde sufre su segundo exilio. El
llamado exilio interior y una de las etapas más difíciles de su vida, al tener
que asumir plenamente su condición de mujer de “rojo”. En 1944 llega a México
para reunirse con su marido, comienza su último y definitivo destierro. En 1998
muere en la ciudad de México, conservando hasta el último momento su lucidez.
Sólo el día anterior por la noche preguntaría a qué hora saldría hacia Infantes,
ese lugar de la Mancha del que nunca
quiso ni pudo olvidarse.
El libro lo
han titulado Recetas manchegas de doña María-Ana, pues fue doña
María-Ana quien escribió e inició este recetario antes de la Guerra Civil. Los
recopiladores han seleccionado las recetas fundamentalmente de la Mancha. Aclaran
que con el paso del tiempo, el recetario escrito con letra picuda, va cambiando
no solo en la forma sino en el contenido. Refleja las vicisitudes de la vida de
su autora y sus peripecias políticas: por ejemplo, en la entrada a la que
modifica la receta original para que luciera los colores de la bandera
republicana en una comida que ofreciera en su domicilio al Presidente de la
Republica Española.
Hay que
subrayar y merece la pena detenerse en ello, (pues lo anterior está extraído de
la presentación del libro), los textos que siguen la estructura del libro: La
nota preliminar escrita por Malena Mijares; Breve metafísica
gastronómica por Fernando Savater; México, crisol de cocinas por
Clementina Díaz y de Ovando; La cocina del exilio por Margo Glantz.
Cultura literaria, filosófica o gastrónomica. Se enriquece todo ello con fotos
de la autora y una panorámica de la Plaza Mayor de Villanueva de los Infantes; además
de un poema de Antonio Machado dedicado a La mujer manchega. Poema que
empieza:
Esquivias,
Valdepeñas. La novia de Cervantes,
Y
del manchego heroico, el ama y la sobrina
.......................................................
No existe
apenas, bibliografía propiamente dicha del arte culinario de Infantes. Bien
merece por tanto que se conozca, se difunda y se cultive. Escribe Margo Glantz
en el apartado de La Cocina del Exilio que, cuando se leen las recetas manchegas de doña
María-Ana, escritas de manera castiza y clásica, al saborearlas y leerlas, las
compara con la primera comida que hizo Don Quijote en la venta, a cuya puerta
se encontraban dos mozas del partido, para nuestro caballero hermosas damas:
Pusierónle la mesa a la puerta de la venta, por el fresco,
y trujóle el huésped una porción de mal remojado y peor cocido bacalao, y un
pan tan negro y mugriento...
Se imagina a
la autora de estas recetas, la forma espléndida de servirlas, una vez
elaboradas; el blanco mantel almidonado, los cubiertos perfectamente colocados,
las fuentes y vajilla deslumbrante, las copas de fino cristal y servilletas
bordadas. Todo ello en aparente liviandad. Doña María-Ana poseía en grado
extremo el arte de la cocina, prescindía de la materia prima cuando así lo exigían
las circunstancias, en plena Guerra Civil o en su exilio domiciliario. A pesar
de ello confeccionaba sus sabrosos platos.
Hoy,
este recetario puede ser una pieza indispensable del acervo cultural culinario
del lugar de la Mancha.
Así lo que se publicó
en el 2001 como un modesto homenaje de la Universidad de México
al exilio republicano se ha convertido para nosotros en un tratado gastronómico
de la cocina manchega en general e infanteña en particular. Recetas como el Ticnao,
el Asadillo, el Ajo de guijas, las
Migas, el Pisto, Enaceitados, etc. Están elaborados conforme dicta la
tradición por estos lares.
Expuesto
lo anterior, justo es agradecer a la Universidad Nacional
Autónoma de México y al Departamento de Literatura el haber iniciado con este
libro una colección dedicada a la gastronomía,- entienden que ésta es el
reflejo de la manera particular de cada pueblo de vivir y enfrentar la vida-.
Villanueva de los Infantes queda eternamente agradecida por la publicación del
libro. La comunidad mexicana ha querido
tratar este recetario manchego como una pequeña retribución a una comunidad
(los exiliados) que hizo suya la tierra mexicana e influyó en la vida cultural
y científica de México. Para Villanueva de los Infantes ha supuesto conocer y
valorar a una mujer infanteña doña-María-Ana, la cual nos ha devuelto con su
recetario una parte del conocimiento de la vida en el arte de comer y guisar.
Cuentan
“las mayores” de este lugar, que allá por los años 20 o 30 hubo una maestra de
escuela que en la práctica del dictado,
en vez de usar el método tradicional de
dictar textos convencionales, dictaba recetas culinarias. Este recurso
didáctico resultaba muy eficaz al componer textos destinados con doble fin.
Además de aprender las reglas ortográficas y dominar la caligrafía, se imponía
el criterio de usualidad -y no de rareza y complejidad-. Siguiendo esta técnica
se componían sencillos recetarios que después les serviría para adentrarse en
el arte de la cocina y los placeres de la buena mesa no se perdieran.
¿Acaso
Doña María-Ana recibiría las enseñanzas de esta docente? No lo sabremos nunca,
en cualquier caso nos ha dejado un buen legado.
Indagando sobre este recetario para mi compra particular, he encontrado una conexión muy interesante en torno a las amistades de doña María-Ana en tierras hispanoamericanas. Se trata de Cecilia Faciolince de Abad, viuda del médico Hector Abad Gómez (1921-1987), defensor de los derechos humanos asesinado en 1987, y madre del reconocido escritor y periodista Hector Abad Faciolince. Este último es el autor del maravilloso libro "El olvido que seremos" en el que tiene por protagonista la historia de su padre; un progenitor “cristiano en religión, marxista en economía y liberal en política”, escrito con una excelente calidad narrativa. Esta colombiana publica el best seller de cocina colombiana e internacional "Recetas de mis amigas" (Aguilar, 2010); recetas que había coleccionado de cena en cena y de visita en visita por haber vivido en distintas ciudades, entre ellas Mexico. En el recetario incluye seis recetas de doña María-Ana. Me llamó la atención "El pisto manchego de doña María", por la introducción personal que le dedica a esta receta y la manera de difundir a través de su amiga Cecilia un vocablo muy característico del pueblo de Villanueva de los Infantes. Cuenta Cecilia en esta receta del pisto, que ha visitado dos veces España y quiso averiguar el origen de las famosas "tapas", que ella las llama "picadas" y también son conocidas como "pasantes"... Curioso comentario, al pasar este significante a un significado de entrante o tentempié en tierras americanas.
Mª
Angeles Jiménez García